domingo, 5 de julio de 2009

Noche profunda, noche amiga


Es de madrugada. Estamos volviendo de compartir una deliciosa comida en estupenda compañía en casa de Cristina y Roberto Mulieri. El alumbrado de la ruta, en la curva que precede al puente de La Barra, estaba apagado. A nuestra derecha el río Maldonado, el cielo, el mar y las casas que orillean los márgenes adquiereron una dimensión distinta, sorprendente....
El paisaje se acaba de transformar en otra cosa, se ha tornado dulcemente fosforecente, digamos como barnizado por un nacarado esmalte. Uno no sabe por qué pero respira profundo.
Ya en mi casa saco al perro – Lobo- a hacer su último recorrido antes de ponerse el pijama. El espacio está iluminado por la luna, próxima a ser llena, y el caballo blanco Carpi,- vaya nombre- que un vecino dejó pastando en el terreno lindero , parece una pulida estatua de mármol. Levanto la vista y oh,¡ Dios mio!
El cielo luce un azul intenso, saturado. La noche no es negra, es azul profunda. Una aureola de santoral perfectamente dibujada circunda a la luna, y toda la Vía Láctea parece concentrada en mí jardín, sólo para Lobo, Carpio y yo.Todos reunidos como “hijos del señor” según San Francisco. Las estrellas fulguran con tanta intensidad que uno imagina que esos destellos deben hacer resonar algún instrumento.
A lo lejos se escuchan los perros y un verso de García Lorca regresa a mi memoria “Un horizonte de perros ladra muy lejos del río”. Pocos días antes yo había leído un suelto en un diario que decía que en Europa…. Sí, por favor prestá atención, que en Europa la contaminación lumínica impide ver la Vía Lactea al 99 por ciento de la población. Repito, el 99 por ciento de la gente que vive en Europa ha perdido definitivamente el cielo. Imagino, mirando mi noche próxima, que las nuevas generaciones sabrán de las estrellas por viejas fotos en internet…Vaya, vaya, mejor vamos a dormir concientes de que la noche esteña aún es nuestra amiga .

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